Ay mi Cuba


Nunca he estado en Cuba. Pero pude oler su sabor. En una sola noche conocí a su gente, en un solo lugar aprendí el sentido de la alegría en el cuerpo.
En una esquina paralela a nuestra gran avenida de la Ciudad de México, Insurgentes, existe una pequeña porción de la famosa isla de Castro. Mama Rumba
"Pero mami, son demasiados", me dijo una mujer que aparentaba los 50, con el pelo tan obscuro como el carbón recogido en una cola de caballo mal arreglada que tenía el aspecto de una red de pesca mal envuelta. Era robusta, pero su cuerpo tenía herencia, tenía una historia, sus brazos estaban marcados por la edad, pero parecían haberse ejercitado años atrás, su cuerpo aún bailaba, con todo y el peso de los años, la espalda recta, y con el pecho levantado, el color de su camiseta y sus demasiado ajustados pantalones eran negros, el color de su piel, era clara.
Me estaba reclamando, pero la sonrisa de la cara asimétricamente perfecta no se la borraba las 30 personas que habíamos llegado a la reservación de diez.
Nos dieron una mesa en las esquina del lugar, supongo que tratando de esconder el grupo de rubios, y un poco turistas que contradecian el estilo del lugar. El ambiente era de un color sepia, las paredes no estaban limpias y las mesas se veían viejas con sentido a cantina, empezaron a llegar los clientes habituales del lugar, hombres no muy altos, con una piel más oscura que la nuestra, del tipo caribeño, vestidos con elegantes sacos, siempre de colores oscuros, gris con rayas, negro, cafe, más gris y más negro, parecía que la regla del lugar era traer una medalla de oro al cuello, o tantas pulseras doradas como aguantara tu mano, una mera competencia de bisutería, ellas traían unas microfaldas perfectamente colocadas en un cuerpo diez, pequeñísimas ombligeras que relucían el super bronceado, o no bronceado del abdomen.
Sentada en mi silla de madera y con un mohito en la mano, empezando a aprender el ritmo de la música en vivo que tocaba un grupo de cinco personas, sentí una mirada incrustada en mi no muy pronunciado escote, y lo ví, era tan diferente, un cubano que no decepcionaba su raza, cada rasgo de su cuerpo demasiado musculoso para ser natural, gritaba venir de Cuba, era no muy alto, y su mismo caminar tenìa un extraño ritmo que iba acorde a la música, tenía unos jeans oscuros, y una camiseta negra de manga corta, que en 10 segundos estaba a punto de reventer, se acreco a mí, rápido y sin preámbulos, no tuve tiempo de pensar el pretexto para decirle que no quería bailar, ya estaba en medio de la pista, bailando, o intentándolo, con un profesor de salsa. Puso su mano en mi cintura, y en dos vueltas que me pusieron de punta su cuerpo estaba demasiado pegado al mío. Podía oler su cuerpo, lo ùnico que olìa era su piel, no era sudor, era un olor a trabajo, a fuerza, a hombre. No dijo, una palabra, no conocí su voz, pero cada movimiento que daba me hacia sentirlo más, tenía una enore virgen cerca de su pecho dorada para no cambiar la costumbre, que apenas reconocía cada vez que tenía tiempo de escapar a su mirada, el sentimiento de estar todo mi cuerpo junto a él sin que me soltara me hizo tener un acercamiento fuerte, no era un enamoramiento sentimental, era un enamoramientio físico, de cada parte de su baile, de cada nuevo lado que me descubría, de sentir su mano a punto de tocar mi pecho, sin saber que al instante venía una vuelta y luego un recogimiento, con sus brazos cruzados en la parte baja de mi abdomen, no paró y no me hizo parar, y así sin más se acabó la música, me dió las gracias con un leve movimiento de cabeza y se fue, dejándome sola en medio de una pista, entra miles de personas y sintiéndome una cubana más, una cubana por 10 minutos, creo que pude sentir que mi cuerpo se congelaba cuando lo ví alejarse por la puerta, y de nuevo oí aquel acento tan peculiar que oyes al hablar a Castro, en alguna entrevista "Se llama Carlos", me devolvió a la realidad, me recordó acabar el mohito, que había dejado en la mesa y volver a ser la "mami" clara del lugar.

12 comentarios:

Felipe dijo...

Esto me recuerda que tengo que aprender a bailar salsa urgentemente.

bandeàpart dijo...

tus noches de Mama Rumba dan para una novela Bego!

Experimento efímero dijo...

espero que algún día volvamos a ir tanto miss red shoes, mr viterbo, el sr bandeàpart y yo

Unknown dijo...

Sin duda una noche inolvidable, y mas inolvidable verte gozar, bailar y vivir como una auténtica cubana. A ver cuando me enseñas a moverme asi

Alejandro dijo...

No hay nada mejor que el ambiente de Cuba, y el bailar salsa. Yo si he ido a Cuba pero no al Mama Rumba.

*Javi dijo...

No soy asidua a los blogs con ficción, pero me pareció que lo haces exelente! Me gustó la historia del vestido.... tendré que venir más seguido.


suerte, saludos!
*Javi

Estefanía Brandenstein dijo...

Bego+vestido+zapatos+mamá rumba= Wooow me imagino que se la pasaron increible, vdd?!

RED SHOES GIRL dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gerardoo dijo...

bego....permiteme felicitarte por tu forma de escribir..eres muy buena...y aver cuando me enseñas..jaja..un saludo

Mariana dijo...

Guaau, hasta siento que leo a la mismísima Carrie Bradshaw, jajaja.

Anónimo dijo...

Me parecio muy bueno tu blog. Este me ayudo a recordar los buenos momentos que tiene la vida.

Anónimo dijo...

En Palabras de la Gran Maestra, Diva y Fenomeno Musical...
AZUCAARR!!!!!! (C.C haces falta)