Uno, dos y tres.

El único detalle que faltaba era subir la cremallera de la falda.
El público esperaba sentado en sus lugares, y ene l altavoz sonaba la segunda llamada.

El telón estaba cerrado. En los camerinos había un gran alboroto y desde una esquina sentada sobre un cajón observaba la bailaora con su traje azul turqueza de diminutas bolas blancas y volantes en el dobladillo, se colocaba la peineta, con trabajos por el cigarrillo que se consumia en su mano.

El cantaor no estaba listo. Además de que venía borracho de haber bebido a la hora del almuerzo media botella de fino de Jeréz de la Frontera, no había dormido la noche anterior por dormir con una gitanilla de sangre azul principiante que había consegido con una bulería.

Uno, dos y tres, uno, dos y tres, se oyen los clavos en las puntas de los zapatos de tacón de las bailaoras de segundo grado practicando para pronto estar en escena.

Se colocan los músicos en alto. Dos guitarras, un cajón y dos cantaores, una ya empieza a tocar las palmas. Se afinan las guitarras.

"Triana de Maria, desde el Puerto de Santa María", se anuncia en los carteles fuera del teatro. Se levanta del cajón, los volantes del vestido azul turqueza, vuelan con el duende que lleva dentro. Ejercita las manos, mueve las manos con delicadeza dando pequeñas vueltas. Levanta el brazo derecho lo coloca en medio arco, el brazo izquierdo en la cintura. Tercera posición.

"Tercera llamada". Suenan las guitarras. "Comenzamos"